martes, 18 de enero de 2011

This is mine, my fairy tale which never will be true (:

Toco la puerta con suavidad y entro.
-Hola, ¿puedo hablar contigo un momento?
-Claro, pasa, siéntate- me sonríe de una manera que Dios santo... ¡Eh! Tranquilita eh, no has venido a eso-. Y cuéntame.
Respiro hondo y... Suelto el zambombazo.
-Verás, supongo que podría decirte muchas cosas del tipo, ehm... "Eres un cabrón" (sin ánimo de ofender) o "M has hecho mucho daño" y ricriminártelo todo, o yo que sé... Cosas así. Pero no es plan. O quizás sí.
Mira, la cuestión es que yo necesito (sí, lo NECESITO) saber el por qué de tu reacción, de esa, digamos rabieta de niño pequeño. No sé, llámame tonta pero es que no lo entiendo. Sobre todo después de decir que te gusto y, más que nada, de saber cómo me afectan a mí éste tipo de cosas. Y sí, que ya lo sé, que no es verdad que te guste y bla bla bla. Pero es que me importa un comino si te gusto o no. A mi lo que me duele son las mentiras, la manera de pasar de mí por una cosa como esta que, de hecho, no debería ser algo malo. Pero mira, si tú crees que sí es tu problema.
-¿Algo más?- pregunta, casi sin habla.
-Sí: que te quiero.
Y con esas dos palabras fulminantes lo dejo ahí, tieso, helado, sin saber qué decir y me doy la vuelta para salir de la habitación y marcharme a mi casa. Entonces lo oigo levantarse de la cama. Tengo la mano en el pomo de la puerta pero de pronto me coge por detrás, me saca la mano de la manilla y me abraza con fuerza.
No puedo ni moverme, todavía no me creo que esto esté pasando de verdad. No lo entiendo.
-Espera, por favor, no te vayas- su tono anhelante me ablanda pero... no, no puedo.
-No puedo, es tarde- me tiembla la voz, parece como si le suplicara que diga algo más para que me quede.
-Por favor- susurra en mi oído.
-De acuerdo pero no mucho rato- me tiene encerrada en sus redes, como siempre.
-No tardaré mucho, solo quiero explicarme si es que tengo excusa claro... Te lo puedo resumir todo en una palabra... Una horrible palabra: MIEDO.
-Miedo...- repito anonadada.
-Sí, miedo. Miedo a perderte. Miedo que esto fracasara. Miedo al compromiso. Miedo de lo que siento. Miedo de mí mismo. Miedo de la distancia. Miedo a intentarlo y no lograrlo. Simplemente, miedo. Pero eso era antes- me asegura.
-¿Ah ,sí? ¿Y ahora entonces?
-¿Ahora?
Asiento.
-Preferiría demostrártelo a decírtelo.
-Como quieras, aunque no veo como.
-Yo sí.
Me mira a los ojos y me coge de la cintura, apretándome contra él. Se acerca con una sonrisa en la boca y en los ojos. Muy despacio. Al principio ni me doy cuenta de que se mueve. Pero luego sí. Mas cerca. Y más. Y más aún. Y yo no me muevo. Espero. Todavía más cerca. Puedo notar su aliento. Y se para. Suspiro. Quita una mano de mi cintura y con ella me acaricia la espalda, la cara, el pelo... Y la coloca en mi cabeza con cuidado. Como si pudiese romperme. Me acerca a él, con suavidad, hasta que nuestros labios se juntan en un beso, ese beso prohibido que sabe a cerezas. Y entonces sé que nada ni nadie podrá separarnos.